Gen 22,1-2.9a.10-13.15-18
Rom 8,31b-34
Mc 9,2-10
El relato del sacrificio de Isaac, el hijo de la promesa, (primera lectura) anuncia otro sacrificio, el de Jesús, el Hijo de Dios. Mientras Abraham, detenido por un ángel, no llegó a inmolar a Isaac, Dios “no perdonó a su propio Hijo, antes bien lo entregó a la muerte por todos nosotros” (Rom 8,32). Abraham recupera a su hijo en el momento en que está por sacrificarlo; Jesús, el Hijo de Dios, después de atravesar la ignominiosa muerte en la cruz, resucita glorioso y vive eternamente: “Cristo Jesús ha muerto, más aún, ha resucitado y está a la derecha de Dios intercediendo por nosotros” (Rom 8,34) (segunda lectura). A la luz del misterio de la pascua hay que leer también el evangelio de la transfiguración. Con la revelación luminosa de su gloria, Jesús prepara a sus discípulos a afrontar el escándalo y el dolor de la cruz, como camino que lleva a la vida y a la salvación (evangelio).
Comentario de debarim.
Comentario de debarim.
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