Ha muerto Vicente Ferrer, su historia es la histora de una pasión por ayudar a los necesitados. Como la Madre Teresa, la pobreza le habló con la voz de Cristo y él entendió que debía dedicarse a ellos de forma permanente. Su lucha y sus esfuerzos son un ejemplo para todos y nos recuerdan a todas las personas, misioneros y laicos, que dan lo mejor de sí mismo allá donde hace falta.
Mientras muchos hacen de esto un tema ideológico yo me limitaría hoy a recordar aquel pasaje del Nuevo Testamento que está en la raiz del compromiso de cualquier cristiano, 1ª Cor 13, 1-3:
1 Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.
2 Ya podría tener el don de predicación y conocer todos los secretos y todo el saber; podría tener una fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada.
3 Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve.
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