sábado, 20 de junio de 2009

Domingo XII del tiempo ordinario

1 lectura: Job 38,1.8-11.

2 lectura: 2 Corintios 5,14-17.

Evangelio: Marcos 4,35-40.

Después de haber pronunciado el discurso de las parábolas (Mc 4,1-34), Jesús decide pasar con sus discípulos “a la otra orilla” del lago de Galilea, una zona extranjera y pagana. Mientras se dirigen al otro lado del lago, se desata un “fuerte huracán”, que amenazaba con hundir la barca. La tempestad y las grandes olas parecen representar los obstáculos a la difusión del reino más allá de los confines de Israel y, por tanto, a la misión post-pascual de la Iglesia.

Jesús duerme. En la Biblia, el sueño es comparado con la ausencia. El salmista, por ejemplo, exclama: “Despierta, Señor, por qué duermes? Levántate, no nos rechaces para siempre” (Sal 44,24; cf. 35,23; 59,6; 78,65; etc.). Probablemente en el relato de Mc se alude a la situación post-pascual, cuando Jesús parece lejano, como si estuviera muerto. En el mismo evangelio de Mc, la muerte es comparada al sueño (cf. Mc 5,39).

Jesús es despertado por los discípulos. Mc describe el despertar de Jesús con el verbo griego diegèiro, que recuerda su condición actual de resucitado, ausente pero al mismo tiempo presente. Ordena soberanamente a las fuerzas de la naturaleza que se calmen. Su acción evoca el poder de Dios, creador del mundo y liberador de su pueblo, a través del dominio sobre los elementos cósmicos (cf. Sal 65,8; 106,9; etc.). Mc utiliza para el lago, el término “mar”, que en el imaginario popular evocaba el ámbito del caos, del mal y de lo demoníaco.

El grito de los discípulos: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?, es interpretado por Jesús, no como una invocación de confianza y de esperanza ante él, sino como temor y falta de fe: “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?” (v. 40). Para Jesús, el miedo se opone a la fe. Aunque él está con ellos, los discípulos dudan de su presencia salvadora.

El relato concluye con la pregunta final de los discípulos: “¿Pero, quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!” (v. 41). A pesar de estar con él, desde hace mucho tiempo, no le conocen. Marcos, que ha anticipado la identidad de Jesús desde el inicio del evangelio como Mesías e Hijo de Dios (Mc 1,1), invita al lector a confrontar su propia fe en Jesús, que como Señor domina las fuerzas hostiles al reino de Dios, y como Resucitado, está presente con su eficacia salvadora en medio de las tensiones y conflictos de la historia.

De Debarim.it


Una vez más la palabra nos ayuda a interpretar nuestras dificultades para vivir la fe y transmitirla en el mundo de hoy. Frente a los obstáculos sólo nos queda la confianza.

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