El episodio de las tres negaciones de Pedro, acompañadas del doble canto del gallo, es uno de los más conocidos del evangelio, probablemente a causa del protagonista, pues en el episodio se trata nada menos que del pecado del primero de los apóstoles, de aquél a quien Jesús le había dicho: “Yo te digo, tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la muerte no podrá contra ella” (Mt 16,18).
Llama la atención que los evangelios no oculten este momento de la vida de Pedro, sobre todo tratándose del responsable del grupo de los discípulos de Jesús, sobre cuya fe quiso edificar Jesús la Iglesia. Así es la Biblia. Tampoco el Antiguo Testamento ocultó los pecados del rey David (cf. 2 Sam 11; 24), elegido y amado por Dios, y llamado a ser pastor de su pueblo Israel. La razón es muy sencilla. La Biblia no oculta la realidad, ni siquiera cuando es vergonzosa, ni siquiera cuando se trata de la debilidad de los mismos hombres de Dios, porque sabe que el amor y los planes del Señor no están condicionados por las debilidades de los hombres.
Esta es una primera lección espiritual del relato de las negaciones de Pedro. La Biblia nos enseña a ser honestos con la realidad y a llamar a las cosas por su nombre. Las injusticias son injusticias, las guerras son guerras, nuestros pecados son pecados. Y no hay que dudar en afirmar que todo eso es negativo, destruye al hombre y se opone a la voluntad de Dios. También las negaciones de Pedro fueron negaciones y rechazo de Jesús, y el evangelio no ahorra detalles para contarlo ni duda en narrarlo sin pudor. Hay que tener fe que detrás de nuestras debilidades y más allá de todo lo que pueda hacer o no hacer el hombre, está el poder de Dios haciendo nuevas todas las cosas (cf Ap 21,5).
Comentario de P. Silvio José Báez, ocd., seguir leyendo el comentario.
Esta es una primera lección espiritual del relato de las negaciones de Pedro. La Biblia nos enseña a ser honestos con la realidad y a llamar a las cosas por su nombre. Las injusticias son injusticias, las guerras son guerras, nuestros pecados son pecados. Y no hay que dudar en afirmar que todo eso es negativo, destruye al hombre y se opone a la voluntad de Dios. También las negaciones de Pedro fueron negaciones y rechazo de Jesús, y el evangelio no ahorra detalles para contarlo ni duda en narrarlo sin pudor. Hay que tener fe que detrás de nuestras debilidades y más allá de todo lo que pueda hacer o no hacer el hombre, está el poder de Dios haciendo nuevas todas las cosas (cf Ap 21,5).
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