Entre los efectos que la JMJ de Madrid ha tenido en la sociedad española está el de mostrarnos una muchedumbre de jóvenes que no se cortan de expresar publicamente su pertenencia a la Iglesia, su fe (esté más o menos madura) y su alegría de vivir. En Madrid se ha congregado un número de jóvenes que ha desbordado las previsiones más amplias de la organización, lo cual a provocado algún que otro problema. Por ejemplo no todo el mundo pudo entrar a Cuatro Vientos, muchos quedaron fuera, tampoco fue fácil acercarse al Vía Crucis, cortaron el acceso por las calles laterales porque había demasiada gente y eso que aún faltaban horas.
En general Madrid apareció tomado por una marea de gente joven que llenaba las calles, las zonas turísticas, las iglesias, los bares y restaurantes y el Metro. Gente de todas partes, variopinta, de movimientos eclesiales de lo más diverso. Resulta curioso comprobar la variedad de sensibilidades que hay en la Iglesia, hábitos y uniformes de todos los colores, grupos de las más variadas procedencias. Lo que en el pasado me hubiera confundido, ahora me parece una riqueza de la catolicidad (universalidad) de la Iglesia. Es cierto que tal vez muchos asistían llevados por la corriente de sus parroquias, que tal vez no todos tenían tan clara su fe y el motivo para asistir, pero es lo que pasa siempre, al menos se dieron la oportunidad de ver algo que dificilmente se les olvidará y sentirse parte de algo grande.
Gente joven que en general y con las lamentables excepciones, se comportó con civismo y buenas maneras, que daba las gracias y sabía estar por donde iba pasando. Gente que no iba de hoteles (algunos sí) sino que durmió en el suelo de pabellones, salones parroquiales o tiendas de campaña. Curiosamente el SAMUR madrileño no tuvo que asistir a ningún caso de intoxicación etílica en todo el tiempo, lo cual, dado el número de personas asistente, es de record.
Por otra parte tuvimos que sufrir las consecuencias de los movimientos intolerantes y antidemocráticos que se gestan en las sociedades en tiempos de crisis. No hay que olvidar que las peores dictaduras europeas se gestaron en las crisis en grupos de extremistas que afirmaban sus derechos negando los de los demás. Ese laicismo anticlerical y antidemocrático que no vacila en repetir mentiras e insultos contra los demás mientras reclama todo tipo de derechos para sí es el caldo de cultivo de una ideología totalitaria y negadora del pensamiento divergente. Se ha demostrado que la financiación de la JMJ ha salido de los bolsillos de los peregrinos y de la aportación de entidades privadas, sin más aportación pública que facilitar el movimiento y congregación de los asistentes y su seguridad (oye, que los asistentes pagan impuestos para eso y eran bastantes más). Pero a ese laicismo totalitario la realidad no le importa, repiten la falacia, viven de eso.
Organizan una manifestación en los días y lugares en que más puedan provocar y alterar y el gobierno, en un alarde de incompetencia, se lo permite. Insultan y escupen a los peregrinos por estar allí, ¡es que están rezando! Llegan a decir algunos. Y algunos repiten la estupidez de que la policía tenía que haber echado a los peregrinos de Sol para que no coincidieran con la marcha. Oiga, que la JMJ lleva tres años convocada y ustedes lo han organizado con toda mala idea, que nos damos cuenta. Alguna gente de nuestro pueblo se vio envuelta accidentalmente en esta movida, basta preguntarles para que quede claro con que tipo de gente nos las estamos viendo, odio ciego y visceral.
Para muestra un botón, este vídeo con los insultos, mentiras y gritos que demuestran con que tipo de energúmenos nos estamos viendo.
Hay más como éste, éste otro, o éste.