Cuando el simún , el viento del desierto, azota las caravanas, los viajeros se arrojan al suelo y los camellos se tumban, así ofrecen menos resistencia al viento que amenaza con arrastrarlos. El suelo es lo más sólido en medio del desierto.
En el desierto de hoy, es Cristo nuestro suelo, es Cristo la roca que impide que vendaval de egoísmo rampante, del pensamiento hueco, del vivir de apariencias y para tener, de la mentira mil veces repetida... nos arrastre.
La mesa de la comunión ilumina por un momento nuestros rostros, nos reconocemos porque miramos en la misma dirección, al mismo anfitrión, la misma mesa, las mismas viandas. A veces no te gusta el que tienes al lado, pero ni tú lo has elegido a él, ni él te eligió a ti. Ambos habéis sido llamados por el mismo y eso es lo que importa.
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