viernes, 1 de abril de 2011

Domingo "laetare", IV de cuaresma.

  • Primera lectura: 1S 16, 1b. 6-7. 10-13a “David es ungido rey de Israel”.
  • Salmo 22 “El Señor es mi pastor, nada me falta”.
  • Segunda lectura Ef 5, 8-14 “Levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz”.
  • Evangelio: Jn 9, 1-41 “Fue, se lavó, y volvió con vista”.

Y al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron:
«Maestro, ¿quién pecó: este o sus padres, para que naciera ciego?». Jesús contestó: «Ni este pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado: viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo».
Dicho esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)». Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
«¿No es ese el que se sentaba a pedir?». Unos decían: «El mismo». Otros decían: «No es él, pero se le parece». El respondía: «Soy yo».
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé y veo». Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?». Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
«Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?». Él contestó: «Que es un profeta».
Le replicaron: «Has nacido completamente empecatado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?». Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?». Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?». Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es». Él dijo: «Creo, Señor». Y se postró ante él.

Para situar el Evangelio
Seguimos dejándonos acompañar como los primeros cristianos por unos textos catequéticos. Si los de la Samaritana expresaba lo que significa creer en Jesús y dar testimonio a otros confesando nuestro propio pecado como nuestra fe, compartiendo esa experiencia con otros como buena noticia. El relato del ciego de nacimiento extiende este proceso a una persona que no solo es llamada a creer en Jesús -por el encuentro con Jesús, luz del mundo y Dios hecho hombre- sino a convertirse en discípulo y experimentar la persecución por estar asociado a Jesús.
Hay también una pedagogía de signos: con la samaritana se juega con el signo del agua (que da vida eterna); hoy con el signo de la luz (el que cree y confía en la palabra de Jesús llega a la luz). Hay otros signos que son los actuares de Jesús - prodigios, fuerzas, milagros que Juan los designa “signos” (Jn2,11; Jn4,53) y tienen la función de interpelar a quienes los ven y, sin debilitar su libertad, hacen posible la fe. ¿Qué sucede con el ciego? Un proceso de reconocimiento: 1º “ese hombre que se llama Jesús”; 2º como “profeta”; y 3º como “Señor”: “creo, Señor. Y se postró ante él”. Jesús es la “luz del mundo”. Lo dice, como aquí (Jn 8,12), y lo dice de los discípulos (Mt 5,14). Según como lo recibamos, esta “luz” nos ilumina, como les oscurece a los “fariseos”. Además del tema de la “luz”, tiene importancia la clave de lectura que nos da el diálogo sobre el “pecado”. Jesús afirma que la ceguera no proviene del pecado. No tenemos que leer este texto pensando que el ciego simboliza al pecador y la ceguera al pecado. Más bien la ceguera es la situación previa a haber acogido a Jesús y su Palabra. Y la visión que Jesús da simboliza la fe. Por tanto, lejos de nosotros lo de pensar que un mal es un castigo por pecar.
Que el ciego lo sea “de nacimiento” quiere decir que “ver” -la fe- será algo nuevo, símbolo de una nueva vida: será un nuevo nacimiento (Jn 3,1ss).

Para fijarnos en el Evangelio
Fuera del templo.
La pregunta de los discípulos obedece a que en el judaísmo se pensaba que la desgracia era efecto del pecado, que Dios castigaba en proporción a la gravedad de la culpa; los defectos congénitos se atribuían a las faltas de los padres. Jesús rechaza esto.
Sentido de la ceguera.
Representa a los que se han vivido sometidos a la presión y nunca han vislumbrado lo que significa ser persona (Is 6,9-11). Son otros los culpables de su/la ceguera. Contrasta con la ceguera de los fariseos que poseyendo la luz basada en el conocimiento de la ley, siempre se han sentido poseedores de la luz por la ley... Jesús dice que el pecado no es ser ciego, sino serlo voluntariamente, rechazando la evidencia, como lo han hecho ellos; además imponen su mentira como verdad (cfr Is 5,20): “¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad...!”. Doble mala fe. Ejercen la opresión con plena conciencia de lo que hacen y se obstinan en su mentira.
Los discípulos han de asociarse a la actividad de Jesús y librar a la persona de su impotencia, dando capacidad de acción... De la injusticia puede surgir la indignación, el urgirnos a la acción... aprovechar la oportunidad y ser luz -como Jesús, “luz del mundo”- emprender una misión que libera (Is 43,6ss; 49,6ss).
“Escupió... hizo barro...” Jesús pasa a la acción y pone ante los ojos el proyecto de Dios sobre el hombre. Jesús crea el hombre nuevo (Gn 2,7; Job 10,9; Is 64,7), compuesto de tierra/carne y saliba/espíritu de Jesús; le pone ante sus ojos su propia humanidad, la del Hombre-Dios, proyecto de divino realizado -untar-ungir- en referencia al Mesías -el ungido- lo invita a ser hombre acabado, ungido e hijo de Dios por el Espíritu.
La decisión de obtener la vista queda en la libertad del ciego de ir o no ir. Ha visto la luz gracias a su acción-opción de ir, no por ninguna enseñanza. La vista adquirida le permitirá distinguir los verdaderos valores de los falsos (es la experiencia de liberación Is 29,18ss; 35,5.10; 42,6ss).
La gente ve que el que no se movía alguien le ha movilizado... las dudas sobre su identidad pone de manifiesto al transformación habida en uno... El interés por el hecho, por la figura de Jesús suscita una esperanza...
Aparecen los fariseos, no les interesa el hecho ni se alegran por él, quieren saber el como, para saber si ha habido infracción de la ley. Aparecen división de opiniones: la ley o el valor del signo (manifestación del poder de Dios). El ciego confiesa a Jesús como profeta, su actividad es de Dios.
Fariseos y dirigentes... se refugian en el escepticismo e incredulidad ya que si aceptan el hecho se derrumba su sistema teológico. Interrogatorio a los padres, que sienten miedo, cuentan el hecho... pero el hijo no tiene miedo y hay una presión sobre el pueblo para evitar la adhesión a Jesús.
No se puede negar el hecho recurren a su autoridad doctrinal (el actuar de Jesús es contraria a Dios=pecador). El ciego no se mete en cuestiones teóricas-teológicas, y opone el hecho a la teoría. Se niega a someterse-callarse, contraataca -¿queréis haceros discípulos suyos?- en lo sensible y les hace decantarse: se quedan en el pasado, optan por la ley sin amor... no quieren leer la realidad donde se manifiesta el amor de Dios (la miran desde su ideología). El ciego se convierte en militante y ridiculiza el argumento de los dirigentes... y ante eso surge la coacción moral y la violencia (lo echan fuera). El que ha tenido experiencia de liberación es un obstáculo para su dominación.
Jesús no abandona al que ha sido fiel... le pregunta si mantiene su adhesión al ideal de persona que ha visto (ya está aquí, delante de él). Jesús se revela a él. Expulsado de la institución judía, encuentra en Jesús el nuevo santuario, donde brilla la gloria-amor de Dios Padre: “se postró”, es un adorador de los que el Padre busca.
No es misión de Jesús juzgar a la humanidad, pero su presencia y actividad denuncian el modo de obrar del orden opresor y abren un proceso contra él: quienes estén por la liberación y la vida se pondrán de parte de Jesús. Y así, los que nunca han podido conocer, como el ciego, experimentarán la acción amor de Dios, y conocerán. Los que podían conocer, pero engañaban con su doctrina, al rechazar a Jesús perderán para siempre la luz de la vida.

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