domingo, 4 de abril de 2010

Feliz Pascua, feliz resurrección.

Era de noche y el mundo se encontraba en sombras. Mientras las estrellas giran vertiginosamente alrededor, en lo alto de un monte, en medio de la oscuridad tachonada de incontables destellos como de diamante, un niño mira hacia arriba sobrecogido. ¡Es tanta la inmensidad de ese cielo inabarcable! Le parece sentir un pálpito de eternidad contenida, cómo si Alguien lo observara, benevolente, desde un infinito que no acaba de aprehender. Un estremecimiento recorre su cuerpo, por un instante, siente la transcendencia y el corazón le golpea, gozoso, en el pecho. La respiración se entrecorta... Por un sólo momento todo está claro, todo tiene sentido. Ahí está, ¿cómo pueden no verlo, no sentirlo?
"...de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y entrando no encontraron el cuerpo del Señor Jesús" (Lc 24, 1-3)
Tal vez ellas, por un instante percibieron lo mismo, el mismo estremecimiento, el mismo pálpito de lo eterno, la sensación de que todo estaba claro. Tal vez.
Feliz Pascua, feliz resurrección.



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